EL ÍDOLO ROTO
Rodaban las doce campanadas lentas de reloj
Hasta el fondo de mi corazón,
Que iba hecho un niño vestido de fiesta
Y repiqueteando por el alegrón.
Pensé en la sorpresa que al volver al nido
Mucho más temprano, le daría yo,
Pero cuando a la puerta, me acerqué de pronto
Tras un calosfrío, mi sangre se heló.
Hablado:
Hermano, ¡Qué cuadro!
A mi pobre vista se le presentó.
Mi dulce monjita, como la llamaba,
Mi ídolo santo, mi gloria, mi fe,
Estaba en los brazos de un tipo de apache
De mirada torva y aspecto feroz.
Se me escapó un grito, que fue un alarido,
Empujé la puerta hasta que cedió,
Pero la ventana se abrió casi al tiempo
Y al ver la venganza, huyó la traición.
¡Hermano, fue entonces!
Que se paró el ritmo de mi corazón.
Caían tensas, las seis campanadas
Del reloj cansino, cuando volví en mí,
A mi lado estaba la dulce monjita
Musitando algo que no comprendí.
Pensé: “Ha sido un sueño”, que me dejó en cama
Y por poco me hace perder la razón,
Pero casi al punto oí que sus labios
Muy tímidamente, decían: ¡Perdón!
¡Hermano! Qué ausencia
Qué nuevo derrumbe mi alma sintió,
Después, mansamente, como sin enojo
Yo le dije: “ ¡Andáte! ”, y ella se marchó,
Llorando y pidiendo que la perdonara
Pero siempre manso, yo le dije: “ ¡No! ”.
Y en secreto hermano, la sigo queriendo,
Sufro más que antes, porque en mi emoción,
Guardo los pedazos del ídolo roto
En el rojo estuche de mi corazón.
Bebamos, hermano, que el whisky marea,
Y ahuyenta el dolor.
Letra : Juan
Bautista Abad Reyes
Música :
Azucena Maizani (Azucena
Josefa Maizani)
Grabado por Azucena Maizani con
acompañamiento de orquesta.