RUBÍ (II)
Cuando supe la noticia
imposible de creer,
Cómo cuesta convencerse del
amor de una mujer,
Se me anudó la garganta,
por la angustia y el temor,
“Rubí se ha muerto”:
decían, de un ataque al corazón.
Anhelante, enloquecido,
maldiciendo de mi suerte
No me explico cómo estoy
junto a tu lecho de muerte.
Inútilmente llegué y aquí
me tienes, Rubí
Esperando aquella frase que
jamás habré de oír.
Morir del corazón en este
siglo
De furia de la jazz.
Morir enamorada a los
veinte años,
La gente se reirá.
Cumplir la ley inexorable
es fuerza
No discuto, Señor...
Mas tu inmensa bondad de
Dios, siquiera
Permitir que me diera el
verso del adiós.
Con los labios
entreabiertos y los ojos ya sin luz
Y en las manos amarillas
aún conservas una cruz,
Rubí de mi alma, responde,
si rezabas al morir
O tu postrer pensamiento
fue tan sólo para mí.
Porque a veces, fastidioso,
chapoteando me decía:
“Ya no tienes corazón, ni
esa fe que me tenías”,
Ante el reproche cruel y mi
torpeza brutal
Con la muerte resolviste,
convencerme sin hablar.
Señor, no te perdono lo que
has hecho
No quiero perdonar.
La vida de Rubí, su
primavera
Debiste respetar.
Morir es ley inexorable,
eterna
No discuto, Señor...
Mas tu inmensa bondad de
Dios, siquiera
Permitir que me diera el
verso del adiós.
Letra : Claudio Frollo
(Carlos Raúl Attwell Ocantos)
Música : Juan José Guichandut (Juan José Martín
Guichandut)