DESTINO

 

 

 

Aquella muchachita de ojitos celestiales,
Que nunca amor paterno la pobre conoció,
Creció como el nenúfar - la flor de los charcales -
Mas su virtud fue tanta, que el barrio la adoró.
Vivió como en las tristes canciones de Carriego
Llorando su misterio, luchando sin cesar,
Con el presentimiento de su destino ciego
Que al fin le hincó sus garras, al comenzar a amar.
 
Tuvo un novio cuya historia
Como ella, no sabía,
Ni por qué razón impía
Fue arrojando en un portal.
Pero Ester era su gloria
Y la quiso de tal modo,
Que, olvidándose de todo
Puso en ella su ideal.
 
Sus corazones tiernos, tan hondo se querían
Que, amantes, resolvieron unirse ante el altar,
Y meditando, acaso, que así con Dios cumplían
Los vi en la noche blanca, llegar al santo hogar.
Pero el destino adverso, vertiendo horribles males
Abrió una inmensa herida en su impiedad brutal...
Pues un tatuaje fino, “dos cruces bien iguales”
Probaban ser hermanos con precisión fatal.
 
Cruel testigo fue la noche
De aquella pasión doliente,
Y cuando el sol nuevamente
Su caricia dio a los dos.
En un trágico reproche
Descansaban esos muertos,
Con los ojos bien abiertos...
Como interrogando a Dios.

 

Letra : Juan Miguel Velich

Música : Dante Oscar Tortonese

 

 

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